•sueño corrupto•
Es otoño y las hojas caen inevitablemente de lo que alguna vez fue su rama, tan inevitable como que las cosas pasen. Iba caminando por una especie de alameda, llena de árboles que arrojaban sus gotas planas y de ilimitados colores que forman una lluvia lenta y marcada por un ritmo eterno y silencioso. Caminando simplemente, sin deseos, sin pensamientos, sin rumbo ni destino, solo, caminando. Me detengo, confió en mis intuiciones, nunca me han fallado, a mi costado estaba la flor de maravilla mas hermosa que aya apreciado, deseo llevármela conmigo en mi viaje eterno, pero recuerdo aquella enseñanza que alguna vez me dio mi padre cuando muy chico, “si alguna vez topas con una flor hermosa no la arranques, deja que el próximo caminante tenga la dicha de contemplar aquella pequeña maravilla” termino con un, los scout me enseñaron eso a mi. Sin elección alguna levanto mi cabeza, me concentro, poca opción tenía de captar con perfección aquella magnificencia, aun así me arriesgo a guardar un recuerdo, una semilla en el suelo me era más que justo y necesario.
Aquella semilla, ahora entre mis dedos, debía ser cultivada en el momento preciso, cuando más necesitara de un girasol.
Cuanto más camino, más raro se torna mi sendero. Aquella arboleda es interrumpida por una entrada a un túnel, como un pasaje cualquiera del metro, en una perfecta armonía se mezclan ambos ambientes. Sigo mi paso feliz y seguro y paro nuevamente, escucho el dulce sonido de una flauta, el eco entre las murallas me recuerda más aun a los pasajes del metro, en especial los del centro. Busco la fuente de aquella hermosa música, a cada paso se intensifica el dulce sonido, podría decir que esta a la vuelta, pero antes de poder mirar un intenso dolor recorre mi cuerpo, caigo de rodillas al suelo, mis manos, ahora en mi cuello sueltan cuan preciada carga llevaban, el dolor, el miedo, todo volvía a mi mente, tal cual como un ataque se asma nada podía hacer, estaba solo, acurrucado en el suelo y solo gorgojos salían de mi boca en vez de un alarido de auxilio, podría decir que ya estoy acostumbrado, pero no, el miedo se acumula y no puedo librarme de el.
Finalmente mis manos se sueltan, mis ojos se sierran y mi cuerpo se relaja, aun así el dolor sigue, se abre un vacío y mi cuerpo ya sin vida cae, rápido, rápido, muy rápido, antes de estrellarme contra el fondo descubro que estoy acostado en mi pieza, aferrado a mi cama, mi corazón que esta que sale de mi pecho y jadeando siento ese sabor a hierro en mi boca, ese mismo, sabor a sangre…
-frase de la entrada-
"ningun bar me va poder vender suficiente alcohol para olvidarte..."